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John G. Lake un guerrero de la fe.

John Graham Lake nació el 18 de marzo de 1870 en Ontario, Canadá, con una familia de 16 hermanos. Más tarde, él junto a sus padres y hermanos deciden trasladarse a Estados Unidos. Creció padeciendo muchas enfermedades al igual que sus hermanos, al grado que, 4 de sus hermanas y 4 de sus hermanos fallecen cuando él era apenas un adolescente.

A la edad de 16 años, escuchó por primera vez sobre el Evangelio en una reunión de Ejército de Salvación, ahí mismo decide rendir su vida a Cristo, para posteriormente comenzar a congregarse en una iglesia metodista. Es entonces cuando se da cuenta que Dios podría librarlo de todas sus enfermedades por lo que decide activar su fe creyendo en su sanidad, sin embargo, continuó enfermando. Pero Dios tenía un propósito.

Lake padeció una de las enfermedades que más afectaron su cuerpo: reumatismo, la cual le hizo que sus piernas crecieran completamente torcidas; pero en esa condición y al escuchar hablar sobre el ministerio de John Alexander Dowie, decide trasladarse hasta Chicago para que oraran por él. En aquel servicio un anciano le impone manos y al instante recibió su milagro de sanidad que fue totalmente visible, ya que sus piernas se enderezaron.

John G. Lake comprendió que Dios no desea que sus hijos vivan enfermos, por lo que dispuso en su corazón nunca más aceptar ningún espíritu de enfermedad y muerte que venía afligiendo a su familia.

La prueba de la fe.

Tres de sus hermanos padecían enfermedades que sólo un milagro los podría sacar de su vida de tormento. Uno de ellos estaba en silla de ruedas, inválido por 22 años, pero fue sanado al instante que le impusieron las manos; otra de sus hermanas, fue sanada de cáncer de seno, y por último, una hermana por la que no tuvo oportunidad de llevarla a ningún servicio de sanidad, ya que la encontró sin vida en su casa. Sin embargo, Lake no se dio por vencido, e insistió a Dios enviando un telegrama al pastor Dowie comentándole lo que estaba sucediendo, y éste le devolvió la respuesta diciendo: “Aférrese a Dios. Estoy orando. Ella vivirá”. Durante la siguiente hora, Dios respondió milagrosamente y ella vivió.

Una prueba más.

John G. Lake conoce a Jennie Stevens originaria de Newberry, Michigan, de la que se enamoró profundamente y con quien contrae matrimonio en 1893. Jennie era una mujer sabia, consejera e intercesora. Lamentablemente en el segundo año en la que ambos llevaban una vida plena y feliz, a ella le diagnostican tuberculosis y una enfermedad mortal del corazón. Su salud fue mermando gravemente, por lo que ocasionalmente la encontraban tendida en el piso y sin conocimiento.

Para 1898 queda desahuciada y prácticamente inválida. Sus amigos lo instaban para que aceptara con resignación su muerte. Pero Dios lo lleva a leer en la Biblia el libro de Hechos 10:38 y ahí le muestra

“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.

De esta manera entiende como la enfermedad en realidad de quien provenía era del diablo y no de Dios. Esto lo hace levantarse con una fe renovada. Llamó y envió telegramas a sus amigos y al pastor Dowie, convocándolos a una oración de acuerdo por la sanidad de su esposa. Al día siguiente por la mañana ella es sanada. Esto les trajo fama y muchas personas comenzaron a visitarlos para ver con sus propios ojos el milagro que Dios había hecho en la vida de Jennie. Aunque John G. Lake no se dedicó inmediatamente a la obra de Dios, si guardaba en su corazón un genuino llamado al ministerio. Continuó trabajando en los negocios bursátiles y de seguros, en los que tenía mucho éxito, pero mantuvo una vida de comunión con Dios y de servicio, principalmente orando por los enfermos.

Para 1906 mientras oraba por una persona enferma, recibe el Bautismo del Espíritu Santo, y es en ese momento que el llamado de Dios se hace tan fuerte en su corazón, al grado de determinarse a vivir para predicar el Evangelio haciendo un voto de consagración junto con su esposa, convirtiéndose en un líder del movimiento pentecostal que comenzó en el siglo XX. Posteriormente, ambos deciden partir a África por un llamado del Señor.

África en avivamiento.

Durante su trabajo misionero africano, fundó junto a Thomas Hezmalhalch, la “Misión de Fe Apostólica de Sudáfrica” de 1908 a 1913. Lake jugó un papel decisivo para la difusión del evangelio en África del Sur, siendo éste uno de los movimientos de mayor éxito de ese entonces. Oraban por las personas para que recibieran el bautismo del Espíritu Santo, ministraban sanidad y echaban fuera demonios. Más de 500 africanos nativos zulúes fueron impactados por el poder de Dios y miles de personas más en Johanesburgo fueron igualmente alcanzadas para Cristo, sanadas y liberadas. Los servicios de Lake y Hezmalhalch se prolongaban hasta las 4 o 5 de la mañana. La gente transformada, salía llorando y llenas de gozo por lo que Dios hacía con sus vidas.

Jennie, por su parte, con su don de ciencia, daba palabra a las personas con un discernimiento tal, que llevaba al arrepentimiento a muchas de ellas. El trabajo ministerial que realizaban era tan demandante para ella y con la ausencia de su esposo por sus extensos viajes misioneros, ella no resistió, por lo que un año más tarde falleció.

Estados Unidos en avivamiento.

Después de terminar su trabajo misionero en África, Lake desconsolado por la muerte de su esposa, se dirige a la costa oeste de los Estados Unidos donde comenzaría con sus campañas de sanidad y con el establecimiento de diversas iglesias. Ahí vuelve a contraer matrimonio con Florence con quien tuvo cinco hijos.

En la década de 1920, John G. Lake se convirtió en un evangelista de sanidad mundialmente conocido. De hecho, en una Cruzada se ofrecieron 500 dólares si John G. Lake no sanaba a los inválidos, pero esto, por supuesto si sucedió.

Ante una generación incredulidad, Lake defendía con pasión las manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo diciendo:

“Si el cristiano no tiene el Espíritu para ministrar, no tiene nada para ministrar”.

John G. Lake fue un hombre sediento por la Presencia de Dios, y el Señor lo saciaba abundantemente. Comenzó con una capacitación de “Técnicos de Sanidad Divina” enseñanza y entrenamiento que continuó hasta su muerte en el año de 1935.

 

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