María Woodworth Etter, fue una mujer fiel al llamado del Señor, a pesar de sus pérdidas y la gran oposición que vivió en su época.
María Woodwoorth Etter, nació el 22 de Julio de 1844 in New Lisbon, Ohio. Fue la cuarta hija de unos granjeros, Samuel y Matilda Underwood. Lamentablemente creció padeciéndo la angustia de tener un padre alcohólico y un hogar sin Cristo. Más tarde y la edad de diez años, su padre rinde su vida a Jesús, por lo que, comienza a asistir a la Iglesia y a orar por su familia.
A los trece años, María, también asiste a la Iglesia, conmoviéndose al escuchar el mensaje de salvación. Desde entonces, ella supo que su llamado era servirle a Dios como predicadora, sin embargo, creía firmemente que esto no podía ser, a menos, que se convirtiera en la esposa de un misionero, ya que en esa época las mujeres solas no podían predicar y mucho menos votar. María no pudo continuar con sus estudios, debido al fallecimiento de su padre, esta situación la obligó a trabajar, convirtiéndose así, en el sostén de su familia.
En medio de su tribulación conoció al joven soldado John Woodworth, quien regresaba de la guerra civil norteamericana. Aún sin ser cristiano, María se casó con él y trabajaron juntos en la granja en medio de penurias y dificultades. Tuvo seis hijos y murieron cinco de ellos, lo cual trajo mucho dolor a su vida, sobreviviéndo únicamente su hija Lizzie.
En medio de esa vida que María tenía, constantemente recordaba el llamado que le había hecho el Señor de servirle, sin embargo, ella veía lejano ese sueño e imposible de cumplir, ya que su esposo, quien tenía el corazón lleno de amargura, se oponía rotundamente y no sólo eso, la misma iglesia la rechazaba al no aceptar mujeres en el púlpito.
María no desistió, su hambre y sed por la Palabra de Dios, la llevó a descubrir que el Señor si usaba a las mujeres en su obra, impactándole sobre todo, la palabra profética de Joel 2:28:
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.
Dios la respaldó de tal manera, que pudo vencer el “las mujeres no pueden ministrar”. Después de esto las excusas terminaron y emprendió su llamado, teniendo visiones sobre las almas que se perdían en el infierno.
Ella decía que en cada visión que Dios le daba, aprendía tanto de la Biblia como si hubiera pasado muchos años de enseñanza en el Seminario Bíblico.
Dios le dio visiones en las que Jesús le decía: “Ve y yo iré contigo”. También le prometió en una visión que cuando ella predicara, las personas caerían. Todo esto la llevó a rendirse finalmente ante el llamado de Dios y le pidió que la ungiera con el Espíritu Santo. Este fue el punto decisivo para iniciar su ministerio
Fue a predicar en la ciudad llamada “La cueva del diablo”, donde ningún otro ministro había tenido éxito allí jamás. En ese lugar, ella pudo interceder derribando al principado que gobernaba, logrando que la gente se arrepintiera y convirtiera a Cristo.
El ministerio de María Woodworth creció aceleradamente, miles de personas venían a sus Campañas Evangelísticas y la unción crecía cada vez más. En su ministerio sucedían sanidades increíbles y la gente caía al piso bajo el poder de Dios: María quedaba quieta por varias horas mientras tenía poderosas visiones de Dios; a veces se sacudía, temblaba y rodaba por el piso, como resultado de la fuerza incontenible del poder de Dios que se manifestaba sobre ella. Hablaba en lenguas, algo que no se veía en su generación, y ministraba a sus oyentes el Bautismo del Espíritu Santo. Por todo esto, a Maria Woodworth se le conoce como la “Precursora del Movimiento Pentecostal”.
A pesar de todos los obstáculos que vivamos, o que nosotros mismos nos levantemos, Dios siempre, ante un corazón deseoso por agradarle, Él cumplirá su propósito en nuestras vidas.