Hoy es muy poca la gente que obedece a Dios, pues sus bases de desobediencia se formaron desde su niñez. Generalmente esta situación se da por una falta de corrección de la familia. La raíz de rebelión en los hijos produce desobediencia en su vida y un corazón vacío, perdido y desolado.
Muchos son necios por no obedecer el mandato de Dios y por eso se pierden de las bendiciones que Él tiene para ellos. Si no se obedece a Dios todo el tiempo, difícilmente se podrá llegar a tus objetivos. Tienes que seguir Sus enseñanzas, admitir Su corrección, aún cuando todo el cuerpo te duela por lo fuerte del esfuerzo, debes obedecer porque el premio está cerca.
La autoridad de Dios se delega a aquellos que le obedecen. En hechos 5:32 dice: “Y nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que obedecen.” Muchos tienen una falta de llenura del Espíritu Santo por su desobediencia. Un niño obediente hoy será un cristiano que obedezca al Espíritu Santo mañana.
Me he dado cuenta que uno de los impedimentos para una mayor obra de Dios en nuestras comunidades es por la falta de obediencia. Creemos que lo que ya hemos logrado es suficiente y no nos damos el tiempo para obedecer al Espíritu Santo, el cual es Dios mismo, nuestro consolador, intercesor, abogado y autoridad en la iglesia.
Hoy en día hay gente que se sabe de memoria la Biblia pero es desobediente. ¿Por qué pasa esto? Por la falta de obediencia desde niños y cuando una persona crece así, se hace sorda a la voz de Dios. Si existe el proceso de restauración pero es un camino con muchos quebrantos.
Hay personas que se les olvida escuchar primeramente al Espíritu Santo, aún sirviendo fielmente. Se habla de la obediencia al pastor, al sacerdote, al liderazgo, a los padres de familia, al jefe o al gobierno, pero nunca se habla de la obediencia al Espíritu Santo. La obediencia es el corazón del cristianismo. Si no hay obediencia jamás se disfrutará de la tierra de la promesa y de bendición. Los cuerpos quedarán postrados, desmembrados, como aquellos israelitas que nacieron en Egipto, que se voltearon a Egipto y a su faraón, pero no a Dios que los había sacado con mano poderosa.
Ahora que tengo un equipo de trabajo en la iglesia que Dios me permite dirigir y enseñar como tecnoiglesiólogo, veo que muchos problemas tienen como causa no someterse bajo la autoridad. Dios no falla al escoger a la autoridad, sino al que da responsabilidad a quién ya ha obedecido antes.
¡Oh, Espíritu Santo, trae un mover fuerte dentro de nuestro corazón y que sea rota la raíz de desobediencia, pon el hacha a la raíz de esta forma creceremos en obediencia!