¡Ay, la niñez! ¿Quien no extraña ser niño? Cuando los únicos problemas que teníamos eran:
¿De que sabor escogeré mi paleta? ¿Que caricatura me pongo a ver? o la preocupación por cuantos dientes se nos habían caído ya. Todo era más fácil, las preocupaciones eran mínimas.
Un día trajeron algunos niños a Jesús para que los bendijera. Los discípulos se opusieron. Jesús se enfada y les ordena que dejen a los niños venir a él. Después dijo lo que esta en Marcos 10:14-15.
Recordemos lo que Jesús les dijo anteriormente a sus discípulos.
“Se os ha comunicado el misterio del reino de Dios”… Marcos 4,11.
A causa del reino de Dios, los discípulos de Jesús lo dejaron todo por seguirlo a el, buscan la presencia de Dios, quieren formar parte de su reino. Pero he aquí que Jesús les advierte que, al repeler a los niños, están cerrando la única puerta para entrar en ese reino tan deseado.
Y quien de nosotros no ha escuchado de este versículo:
“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto
os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en el”… Marcos 10:14-15
¿A que se esta refiriendo este versículo? ¿Por que Jesús dijo esto?
Por que un niño confía sin antes reflexionar, no podría vivir sin confiar en quien lo rodea, su confianza no tiene nada de virtuoso, es una realidad vital. Un niño es apasionado. A un niño le es fácil creer y pedir. Le es fácil correr a los brazos de su padre.
Por eso Jesús quiere que lo busquemos como niños.. con un corazón abierto, atreviéndonos a pedir sencillamente, que podamos creer de corazón en el y en su palabra. Quiere que confiemos en el sin antes pedir explicaciones. Quiere que podamos tener la facilidad de correr a sus brazos, de amarlo y de poder descansar en su regazo cual niños.