“Yo quiero que el mundo sepa que hay esperanza, y hay perdón, y hay una mejor vida si confiamos en Dios.” Josué Padilla
Josué Padilla creció en Guatemala como hijo de un pastor. Su casa era un refugio, un lugar seguro, una casa donde la gente venía a buscar consejos y la sabiduría de su padre, el pastor. Pero todo esto cambió cuando un amigo de la familia vino a visitar. Sus padres conocían a esta persona, era alguien de confianza. Pero esa confianza fue violada pronto.
Lo que siguió fue un encuentro sexual que afectó a Josué durante muchos años. Él pensó que fuese su culpa, pensó que esta vergüenza sólo podía llevarla él solo. Él pensaba que Dios nunca podría usar a alguien manchado por estos terribles recuerdos. Él pensó que nunca podría escapar al dolor de su pasado y la memoria de su tormenta.
Dios lo restauró, lo sanó y él pudo perdonar.
Sé que es fuerte este testimonio, pero es una realidad que no podemos ignorar, y debemos tener cuidado a quién abrimos las puertas de nuestra casa, estar pendientes de nuestra familia, por supuesto confiando que de Dios viene nuestra protección, pero sin duda es nuestro deber resguardar a nuestra familia con la atención, amor y cuidado que se debe de dar a nuestros seres queridos.