Apagar el fuego sugiere extinguir una llama que ha sido encendida, y eso, depende de cada uno de nosotros pues bien dijo Pablo: Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de manos. 2 Timoteo 1:6
El fin de semana tuve la oportunidad de ir al Centro Nacional de Capacitación y Adiestramiento de la Cruz Roja Mexicana, uno de los mejores centros a nivel Latinoamérica. Dentro del entrenamiento que tuvimos para brigadas de rescate, nos enseñaron a como sofocar un incendio. La experiencia sin duda fue única, no hay palabras para describir lo que se siente estar rodeado de llamas, y, por ejemplo la radiación que emite una pipa de gas a 30 metros de distancia es tremenda. También estuvimos completamente expuestos a llamas y humo denso dentro de una casa donde nos enseñaron a salir con el típico pecho tierra.
Nunca había estado en una situación así, ni siquiera lo imaginé. En cada momento llamé al Señor para que guardara mi vida. Sin embargo, es algo que sin duda volvería a repetir.
Cuando uno le pide al Espíritu Santo que envíe su fuego, ese fuego abrazador, ese fuego que quema y purifica, realmente no alcanzamos a dimensionar el poder que eso tiene en lo espiritual. Si permitimos que esa llama arda tan sólo un poco en nuestros corazones por su presencia y por las almas, uff!! realmente estaríamos viviendo un avivamiento. Una llama en lo natural, se propaga en segundos, y así es como debiera ser en nuestras vidas y dentro de la iglesia, pues el impacto sin duda se vería reflejado no sólo en nuestras casas, sino en cada una de nuestras ciudades. Porque una vez encendido alcanza todo lo que está a su alrededor.
Para poder apagar el fuego en las diferentes circunstancias a las que nos enfrentaron, se necesitó de varios minutos y de mucho esfuerzo humano; y por supuesto, con la ayuda en diferentes casos, de extinguidores y agua.
¿Tú que deseas? ¿Estar apagado o encendido por Dios?
El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará. Levítico 6:13
Si deseamos ver nuestra nación transformada, propaguemos nuestra pasión y el fuego del Avivamiento de Dios. Hagamos que esa llama crezca y anhelemos ver más que nunca la salvación hecha en nuestras familias, amigos compañeros de trabajo o escuela.
Seamos como llamas encendidas.