Las Islas Galápagos, que conservan maravillas prehistóricas, se llenan cada año de turistas. Cuenta con extraños lagartos, tortugas gigantes y todo tipo de focas y aves. Definitivamente, es el reino animal. No obstante, la imagen que más conmueve a los turistas es cuando las crías de las tortugas salen del banco de arena y se sumergen al mar. Esto sólo se puede ver cuando comienza a despertar el alba.
Un grupo, informado por el guía turístico, estaba esperando el espectáculo, conteniendo el aliento. Finalmente, la arena comenzó a moverse y las pequeñas tortugas mostraron sus cabezas. Deben ir al mar de inmediato, ya que cuando amanece, las gaviotas cazan a los recién nacidos.
Los espectadores estaban más nerviosos que las mismas tortugas. En ese momento, una de ellas comenzó a forcejear en lugar de salir hacia adelante, y uno de los turistas no pudo contenerse y extendió sus manos para ayudarla y la sacó. De repente, las demás tortugas empezaron a deambular sin poder encontrar el mar y terminaron siendo comida para las gaviotas.
Esto nos enseña que las tortugas debieron haber salido por su propia fuerza, siguiendo el principio de la naturaleza. Contrario a que la ayuda del humano fuese un beneficio para ellas, lamentablemente hizo que varias tortugas murieran.
Si lo vemos desde la perspectiva del hombre, es desesperante lo que pasaba con la tortuga que no podía salir. Pareciera que, con un poco de ayuda, la dificultad se solucionaría rápidamente. Sin embargo, existe el tiempo justo y preciso de Dios. Aunque parezca lento e inseguro, los tiempos de Dios son los más exactos. Lo único que el hombre puede hacer en ciertas circunstancias, es esperar.
La verdadera fe es la que espera en silencio a que Dios obre, poniendo nuestra plena confianza en Él.