Reflexión: Día de las Madres

Todo lo que viene de Dios es constituido un privilegio y uno de los más hermosos, perfectos, complejos y emocionantes es el de ser madre. Nosotras las mujeres cargamos con un privilegio inexplicable, un reto y una gran responsabilidad. Es hermoso saber que somos capaces de dar vida a un ser y que este pequeño dependa de nosotras.

“He aquí herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” Salmo 127,3.

Por eso siempre será un privilegio y ojalá que todas las mujeres podamos ser premiadas con el regalo más preciado, después de la vida, que es la maternidad. La maternidad es una gran bendición.

“La bendición del Señor es la que enriquece y no añade tristeza a ella” Prov. 10:22.

La palabra “madre” no solo se refiere a aquella mujer que da a luz hijos, si no a un símbolo de protección, sacrificio, entrega, consejo y amor.

El amor de una madre, este amor incomparable a ningún otro sentimiento del ser humano, este amor que da todo sin pedir nada a cambio, que protege con ternura y que perdona sin cesar, este amor que solo una madre es capaz de dar.

Sin duda es una de las réplicas más grandes del amor de Dios que vivimos segundo a segundo de nuestra vida. Y muchas veces no lo reconocemos.

Ante esto, ¿Qué actitud deberíamos tener hacia una madre? Los deberes que como hijos tenemos con nuestra madre son:

*Honrar a nuestra madre. (Éxodo 20:12)
*Temer en actitud de respeto a nuestra madre. (Levítico 19:3)
*No deshonrarla. (Deuteronomio 27:16)
*No menospreciar sus enseñanzas. (Proverbios 30:17)
*Obedecerle. (Efesios 6:1)

Nuestras madres son uno de los regalos más hermosos que Dios nos pudo dar, respetemoslas y amemoslas, de esta manera también agradamos a Dios.

¡Feliz día de las madres!