Un hombre cristiano, dueño de una pequeña empresa, escogió al presidente de la empresa E-Land como su modelo a seguir. Y pese a trabajar duro y pagar sus impuestos honestamente, al final, tuvo que declararse en quiebra. Al tiempo, se encontró con uno de sus ex empleados, y le preguntó cómo estaba. Éste le dijo: “Comencé a asistir a la iglesia con mucha dedicación”.
El ex dueño preguntó cómo fue que comenzó a asistir, y éste respondió que, durante la quiebra de la empresa, lo había observado detenidamente, por se él el dueño. Y vio que aun en quiebra, él trabajaba con honestidad. Pensó que seguramente su fe en Jesús estaría menguando y pronto dejaría de asistir a la iglesia. Pero, cuando más difícil se tornó todo, veía que el dueño creía en Jesús con más devoción. Por eso, pensó: “Debe haber algo muy especial en creer en Jesús”, y decidió creer también.
Si nuestra concepción del valor fuese el dinero, entonces se acabaría una vez que se acabe el dinero. Sin embargo, para este empresario, el dinero no lo era todo. No era un Jesús a quien se pueda abandonar fácilmente por el dinero. A todos nos llega el momento cuando la vida se pone dura y somos puestos a prueba. En lugar de destruir nuestro altar en esas circunstancias, debemos servir al Señor aún con más convicción, alabando y orando. Tras un tiempo, me encontré con este dueño de aquella pequeña empresa que había quebrado, y me dijo: “Pastor, reabrí la empresa. Estos días son mejores para el negocio”. Dios no abandona a los que creen en Él. Confíe en Dios y el dará la victoria.
Fuente: Lee Dong-won