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Miremos con la perspectiva de Dios.

Esta es la historia de una madre que tenía dos hijos; el mayor de ellos había nacido con un verdadero talento para las matemáticas, mientras que el segundo era públicamente reconocido por tocar el violín.

Ambos niños estaban desesperados por tener todo el amor y por supuesto, el reconocimiento de su madre. Los días en que se anunciaban los resultados de las competencias de matemáticas, el hijo mayor siempre se mostraba ansioso mientras que el rostro de su madre se iluminaba esperando. Por el contrario, el menor se encerraba en su habitación y no salía de ahí, es por ello que, los días que había de concurso de música, la situación cambiaba por completo. El estado anímico de ambos pequeños era muy diferente, dependiendo siempre de la situación de cada uno, pero la madre, sin embargo, se mostraba siempre contenta y orgullosa de sus hijos, ya fuera día de competencia de matemáticas o de música.

Se dice que para los dos hijos era difícil tratarse el uno al otro, pero sin la ambición del triunfo, ya que cada uno miraba desde su propia perspectiva y el amor que su madre les mostraba, les hacía ver que cada uno tenía su muy particular calidad y cualidad en cuanto a sus talentos y personalidad.

La madre podía estar siempre feliz, ya que ella veía más allá y con un amplio panorama. Cuando nuestra visión de las cosas es de esta manera, no puede haber celos o envidias, pues si aparecen, es porque sólo estamos viendo las cosas desde nuestra perspectiva. De la misma manera en como esta madre veía a sus hijos, es la misma manera en como Dios nos ve a ti y a mi, pues él nos ha dado características especiales y especificas, con condiciones de acuerdo a sus planes y propósitos.

Dios ve más allá incluso de los talentos que Él te ha dado, Él ve el corazón. Así que su amor por ti nunca cambiará, pues su amor es fiel y verdadero. Para poder llevar una vida plena y con contentamiento, miremos nuestras vidas con la perspectiva de Dios.

No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón. 1a Samuel 16:7

Meditemos en esto… Dios les bendiga.

 

 

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nadia

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