Es impresionante como siendo cristianos, aún, en muchos casos, seguimos aceptando todo lo malo que nos pasa, ¿cómo qué? enfermedades, pobreza, miseria, divorcios, vicios, y todo lo que se nos pueda ocurrir que nos aparta de tener la vida plena que Dios desea para nuestras vidas.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10
He visto como en la actualidad se vive predispuestos a pensar que si a mi abuelita, primo, hermano, papá o mamá le sucedió tal o cual cosa, quiere decir que a mi también me va a pasar o lo voy a heredar, es más, quizá ya hasta lo estás viviendo, y es natural, ¿sabes por qué? porque está escrito que los pecados, errores, malas decisiones, o CUALQUIER OTRA COSA que se haya sembrado a través de nuestros antepasados nos alcanzarán y aún, los pecados que nosotros mismos hayamos cometido, también alcanzarán a nuestra descendencia hasta la cuarta generación y así sucecivamente… (leer Éxodo 20:5, Números 14:18 y Deuteronomio 5:9) Sin embargo, esto no tiene poque seguir siendo así.
Con la venida de Jesucristo, SU MUERTE Y RESURRECCIÓN, nos hizo libres de todo eso, pues está escrito que EL ACTA DE DECRETOS que había CONTRA NOSOTROS, ÉL la ANULÓ (leer Colosenses 2:14-17) ¿Qué quiere decir esto? Que los que creamos en Cristo o tengamos una vida de fe en Él, somos libres de todo lo anterior. Pues dice la Biblia: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 Corintios 5:17″. Así que, todo aquel que ha entregado su vida a Cristo ya no puede seguir sujeto a vivir una vida miserable o de temor, pues como hijos tenemos esta promesa:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús. Romanos 8:1
¡Así es! Eso es lo que nos lleva a tener una vida de fe, ¡A SER LIBRES!. Porque en el único que podemos tener completa libertad y sanidad tanto física, mental, espiritual y financiera es en Cristo. “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8:36”
Cuando tomamos la decisión de renunciar al mundo, de renunciar a esas maldiciones, de renunciar al pecado, y creer que Jesús es el Señor de nuestras vidas y que es el Hijo de Dios que nos vino a traer salvación, recibimos el derecho de ser hijos, coherederos de las bendiciones de Dios y el poder de decretar vida a todo lo que esté muerto en nuestras vidas, pues en Proverbios 18:21 nos dice que en nuestra boca está el poder de la vida y de la muerte.
¿Qué tenemos que hacer para que esto se active? Renovar nuestros pensamientos con la Palabra de Dios y llamar a las cosas que no son como si fueran (leer Romanos 4:17).
En la medida que vas desarrollando tu relación con Dios, tu fe se alimenta y se va fortaleciendo, y ésta va adquiriendo el poder sobrenatural para ver los milagros que operan a través del Espíritu Santo en nosotros. Entonces tu manera de pensar, de hablar y de vivir, en definitiva, comienzan a cambiar.
En tu tiempo con Dios, has una oración de fe, pídele con todo tu corazón por tu sanidad financiera, física y emocional, o cualquier situación personal o familiar que estés viviendo. Jesús es tu sanador y libertador.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1
Así que, NUNCA MÁS ENFERMOS, NUNCA MÁS EN POBREZA, NUNCA MÁS UNA FAMILIA DIVIDIDA, NUNCA MÁS EL TENER TEMOR A HEREDAR LO MALO DE NUESTROS PADRES O ANTEPASADOS. ¡SOMOS LIBRES EN CRISTO JESÚS! AMÉN.